3 de julio de 2011

Estereo-Tipos

Como una continuación de las conclusiones obvias a las que arribo últimamente, caí en la cuenta que agrupo al mundo según estereotipos. Y aunque la generalización le abre las puertas al error de par en par, le pego bastante.

Por empezar con algo, como consecuencia de varias conversaciones logré agrupar con bastante exactitud los estereotipos (masculinos, específicamente) que suelen llamar la atención.
Hubo muchos ejemplos entrecruzados, como el estereotipo de chico solitario y carente de afecto que lo busca con sutileza, con aparente desinterés. Ese estilo sólo funciona bien si hay talento o pretensiones musicales y/o intelectuales de por medio. Sino no.

Pero más allá de los ejemplos, la conclusión más importante cayó en mi cabeza después de unos buenos minutos. Lo que más garpa es ir en contra del concepto que pueda tenerse de uno.

¿Y cómo funciona esto? A los ojos de los demás hay un fiestero, un pirata irrecuperable. Y un día al pirata se le ocurre mostrarle a determinado objetivo su lado sensible. Hasta se puede enamorar y, lo más importante, lo demuestra. Esa demostración, esa sorpresa que genera encontrarse con un cambio tan radical en el estereotipo, es lo que atrapa. Como un deportista con más músculos que pelos en el cuerpo hablando de libros y películas, como un hipster hablándote del descenso.

Demostrar concretamente la obviedad de que es imposible que se abarquen todos los aspectos de uno es una herramienta crucial. Es el fin en el cual deberían basarse todas las estrategias.

Como quien dice, lo indispensable es el elemento sorpresa.

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