30 de enero de 2011

Problema de cuerdas.

Una cuerda, tensa, pero sin ninguna vibración aparente. La ves, y te imaginás cuán doloroso sería morir por ella, sabés que elegirías cualquier otra forma.
Vibra, y alrededor de tu cuello se enrieda en un nudo. No aprieta, pero molesta. Y sabés lo fuerte que puede apretar, ya lo imaginaste y la realidad siempre lo puede superar.
Ahí es cuando advertís que tus movimientos sólo van a apretarla. Que un pulso de más te puede romper el cuello.Y las ves venir.
Manos salvadoras quizá, que pueden acelerar el proceso o sacártelo de encima. Se enroscan a la cuerda como la cuerda a tu cuello, los dedos en movimiento quitan espacio para respirar, te ahogás todavía más y parece interminable.
Hasta que lo interminable termina.
El cuello libre, rígido aún, pero sin sogas alrededor. La cuerda tensa de nuevo, muy tensa, pero por lo menos no en tu cuello.

Después de todo, no te queda otra que admitir que vos mismo creaste el nudo. Imaginándotelo, le diste la posibilidad de existir. Cuando, en realidad, una cuerda no tiene por qué ser más que una cuerda que te permita balancearte para llegar a lo que querés. Todas las cuerdas son iguales, cambian por su uso.
El utilitarismo no siempre es algo malo.

1 comentario:

Paloma Cáceres Urban dijo...

claro que no. La utilidad sólo implica que haya un fin al cual llegar, lo que no es tan malo después de todo.