10 de enero de 2011

Me sorprendí ayer, caminando por la 9 de julio tipo 1 de la mañana, al escuchar una guitarra. Estábamos enfrente de un cajero, rodeados por un vendedor callejero y unos chicos que dormían ahi cerca. Y me sorprendí, porque el rasguido había venido del rincón donde estaban acurrucados.
Me doy vuelta, y vi a un chico sonriéndole al instrumento que tenía en las manos, parecía intentar una canción.
Y con ese ejemplo concreto, volví a entender que la música llega para rescatarnos a todos, de cualquier cosa. Aunque sea, sacándote una sonrisa un domingo a la madrugada en la calle.

1 comentario:

Paloma Cáceres Urban dijo...

Hermoso este post. Siempre me pasa lo mismo cuando escucho música en la calle.
La música es igual para un gran rey que para el más pobre de los mendigos.