6 de febrero de 2010

Aún quedan días de verano ♪

Bajé del micro de vuelta a las 6 de la mañana. El regreso no fue tan entretenido como la ida , por empezar el mp5 entró a funcionar bastante mal y se quedó sin batería. La única solución fue comer golosinas, mirar las nubes y dormir.


Salimos para San Clemente el sábado 30 a las 2 de la mañana. Yo y mi certeza de que iba a morir. Un choque, el micro al revés, no importaba cómo. Me iba a morir.
No pude evitar mirar por la ventanilla constantemente. Era hermoso. Vi de madrugada un grupo de árboles que a mis ojos no podían ser otra cosa que el bosque de Fangorn, y casi esperaba ver aparecer a los jinetes de Rohan ansiosos por masacrar a los Uruk-Hai.

Canción top del viaje: Sail away.



Síndrome del patito feo, para variar. Viento incómodo y fuertísimo en la playa, que hacía que el pelo se me enredara en los brackets. Una sombrilla de menos, festival de reggae , "Rompeme el corazón pero no las pelotas" .


Pasaron dos días y salimos para Santa Teresita.
No me pude sacar de la cabeza este tema hasta que volví al GBA. Para sumar al hecho de que la tenía en el mp5 y la escuché durante todo el viaje, en las radios locales no dejaban de pasarla. Estábamos todos de acuerdo en ponernos noventosos.


Tuve un arranque de amor por las Ópera que hace tiempo no experimentaba con otras golosinas. Descubrí que se autoconsideran de sabor naranja, y que es eso lo que les da ese sabor tan particular. Bien por Plusmar por incluirlas en su vianda.

Pasé la mayor parte de los días con dos amigas. Los días que no, me metí a revolcarme con las olas más grandes que encontré. Aspiraba a no quemarme ni un poco. A pesar de ello, volví con cierto tono marroncito, apenas perceptible.

Viaje de vuelta: A los tres temas, los auriculares dejan de escucharse. Puteadas de por medio [no había nadie en el asiento de al lado que pudiese quejarse] conseguí arreglar el problema con una bandita elástica.

En Las Toninas se sube una mujer de unos cuarenta y pico , molesta neurótica que lo primero que hace es ponerse el cinturón de seguridad, se acuerda que quería subir el bolso, se desabrocha y lo sube, se para incontables veces quién sabe para qué y , finalmente cuando está sentada, no deja de moverse tres minutos seguidos.

Terminal de San Clemente, el chofer reparte las viandas. Esta mujer me mira con asco y casi rogando dice:
"Disculpe chofer, ¿no podría ir a sentarme a otro asiento? . . lejos, con ventanilla"
TOUCHÉ

De cualquier manera, fueron vacaciones buenísimas. Esperar todo un año (con suerte) para tener unas similares parece demasiado.

Se reavivó mi amor por el verano.

No hay comentarios: